Beatrice Ávalos, Premio Nacional de Educación: “Las universidades del CRUCH siguen haciendo esfuerzos por mejorar la formación docente”

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Aunque le sorprendió ser galardonada con el Premio Nacional, dice que lo recibió como un reconocimiento a toda una vida dedicada a la educación, en una de sus áreas fundamentales: la formación de profesores.

Era el año 1957. Beatrice Ávalos se titulaba de Profesora de Historia en la Universidad Católica y se preparaba para estudiar un magister en educación en Saint Louis University, Estados Unidos, gracias a una beca Fulbright. Unos años más tarde volvería a Chile con un doctorado bajo el brazo, haría clases en el colegio Mariano y sería parte del equipo fundador del primer magister en Educación en la UC. En su trayectoria en el extranjero, trabajó 20 años en Gran Bretaña, Canadá y Papua Nueva Guinea, destino al que llegó para hacerse cargo de una cátedra de educación.

Desde entonces, su trabajo ha estado ligado a la formación de profesores. Hoy desde el Centro de Investigación Avanzada en Educación su labor no se detiene: actualmente lidera un proyecto Fondecyt para descubrir las causas de la deserción temprana de profesores. Su investigación descubrió que un 20% de los recién egresados ya no trabaja como profesor a los dos años de haber salido de la universidad.

Una de las experiencias que marcó a Beatrice fue su paso por el aula. “Tengo muy buenos recuerdos de esa época. Fue una experiencia importante, a pesar de que yo ya tenía un doctorado, porque no se puede ser formadora de profesores si no has hecho clases. Fueron seis años, en los que trabajé como profesora de historia y profesora jefe, conociendo distintos tipos de alumnas”.
Sobre el premio, asegura que aunque fue inesperado –incluso, en el Mineduc demoraron varias horas en anunciarlo porque no la podían encontrar ni en su casa ni en su oficina ese día- señala que lo toma con felicidad pues tanto en Chile como en el extranjero siempre ha estado dedicada al tema de la formación de profesores. Al “área chica”, como ella le llama al trabajo en el aula.

-¿Cómo se dio cuenta de su vocación por la Pedagogía?
Es curioso,  porque yo entré a Pedagogía porque quería entrar a la universidad. En esa época no era común que las mujeres estudiáramos mucho. Un amigo me contactó con el vicerrector de la Universidad Católica y me comentó que Pedagogía se estudiaba en las tardes, lo que me convenía porque estaba haciendo un curso de secretariado en las mañanas. La verdad, no tenía claro si quería ser profesora, luego hice el magíster pensando en dedicarme a la academia y de a poco se me empezó a meter el tema de la educación. Me pareció importante dedicarme a esto porque en esa época no había tantos buenos profesores en la parte pedagógica, al menos donde yo estudié.

-¿Cuánto hemos avanzado desde los 50 hasta ahora en esta área?
Hemos mejorado bastante en metodología, hoy tenemos una formación más estructurada y con más noción de lo que se requiere para formar docentes que lo que había en esa época.

-¿Cómo ve la formación de profesores en las universidades del CRUCH?
Las conozco bien porque en 1997 trabajé con muchas de ellas en el programa de Fortalecimiento de la Formación Inicial Docente (FFID), del MINEDUC. En ese proyecto participaron 14 universidades del CRUCH y tres privadas. Es esa época, la formación docente estaba muy mal, venía arrastrándose una caída en la calidad y de la matricula desde mediados de los 80 y sus estudiantes eran los que tenían los más bajos puntajes en la PAA. Gracias a ese proyecto de cuatro años,  hubo mejoras importantes, como cambios curriculares, mejoras en los formadores de profesores y la idea de instalar las prácticas profesionales progresivas, no sólo la práctica al final.
Creo que las universidades del CRUCH han hecho esfuerzos por mejorar su formación docente y siguen haciéndolo. Me tocó trabajar el año pasado con la U de Los Lagos, la U. de Concepción entre otras y cada una tiene sus diferencias, que tiene que ver con dónde están ubicadas. Por ejemplo, a las universidades de regiones les cuesta encontrar a los profesores para sus facultades y por eso los van formando entre sus propios estudiantes.

-¿Qué opina de la formación docente en general, considerando al resto de las instituciones?
Una vez que se terminó el FFID, había mucho más por hacer. Así que durante los dos años siguientes no hubo trabajo en este sentido, mientras la matrícula aumentaba y otras instituciones comenzaron a abrir carreras y no hubo forma de cautelar la calidad de esos programas. Esto ha contribuido a la imagen negativa que existe hoy sobre la formación docente.
Creo que existe diversidad en calidad, aunque en términos del curriculum que enseñan se parecen, también en lo de las prácticas progresivas. Los programas de Enseñanza Básica tienen el problema de que ocupan mucho tiempo a la enseñanza de contenidos porque los jóvenes vienen con deficiencias de base. Así,  la parte de los contenidos curriculares es débil por falta de tiempo. En otros países donde hay buena calidad de entrada, la formación inicial de básica no se centra en estos contenidos elementales.
Pero, si bien siempre hay camino para mejoras, no puedo decir que la formación docente es un desastre como aparece a veces, a pesar de los resultados de Inicia que no dejan a nadie bien parado. Ahora, si una prueba no deja a nadie bien parado, hay que ponerle un signo de interrogación a la prueba.

-Usted ha hecho una crítica pública a Inicia.
Claro, porque en primer lugar la rindió el 14% de los egresados, por tanto  no se pude generalizar. No se sabe si quienes contestaron eran los que no estaban trabajando o los mejores de su generación. Además, yo creo que  si vamos a evaluar lo que saben en términos de contenido no podemos evaluarlos como una suma al final porque no necesariamente lo que aprendiste en primer año te acuerdas exactamente en cuarto o quinto año.
Por ejemplo, a mí me pasó cuando estudié Historia, que la historia universal era en primer año y después cuando llegué a trabajar tuve que organizar todo ese conocimiento y buscar en los textos. Pero yo sabía dónde buscar y sabía los hitos principales. Entonces, si vamos a medir contenidos tenemos que buscar una forma que no sea de memoria sino el uso de esos contenidos. Por ejemplo, si tienes que hacer una clase sobre el Renacimiento, la pregunta sería dónde buscarías las fuentes, como organizarías esa clase o cuáles son los conceptos centrales de la clase. Los estudiantes que han hecho su práctica saben responder esto, pero si les preguntas en que año nació tal personaje es altamente probable que no lo sepan.

-¿Qué se puede hacer  para mejorar la formación inicial?
Una de las formas de atacar esto es subir el nivel de entrada, pero eso también puede reducir el número de candidatos dispuestos a ir a las universidades regionales, al norte y al sur de Chile donde también se necesitan profesores. Hay un tema de cómo compensar la menor calidad del conocimiento anterior en la formación inicial y también las habilidades básicas, como escribir o leer y contar.  Hay muy bajas habilidades básicas y las universidades hacen esfuerzos, pero no las monitorean suficientemente. Estas habilidades son muy importantes pues toda la vida del profesor está basada en ellas.

-¿Qué desafíos advierte para el futuro de la formación de profesores?
Se viene el cambio curricular en que habrá seis años de básica y seis de media. Eso va a requerir una formación generalista para básica pero debiera existir especialidades para los últimos tres años de básica. para esta nueva formación en enseñanza básica se requerirá una formación especialista que se debe instalar.
Sin embargo, creo que estamos caminando en la dirección correcta: valoro que estén entrando buenos alumnos a la carrera y que las universidades se preocupen de invitarlos a Pedagogía, pues siempre es importante motivarlos para  que se decidan por esta carrera.

Fotografía: Revista de Educación – MINEDUC